¿Alguna vez te ha ocurrido subir al coche, arrancar y llegar a tu destino sin siquiera saber cómo llegaste? No te preocupes no eres al único al que le sucede y el culpable no eres tú, son tus hábitos.

En el maravilloso libro “El poder de los hábitos” del autor Charles Duhigg, el cuál creo que todos deberían leer en algún punto de sus vidas (cuanto antes mejor), nos hablan de las implicaciones de nuestros hábitos en nuestro comportamiento día a día.

El hábito es aquel comportamiento cotidiano que realizas sin saber que lo estás realizando, es cuando tu cerebro decide “ahorrarte espacio” para liberarte de cargas y presiones por medio de la automatización. Es cuando despiertas y en automático entras a la regadera, te lavas primero el cabello, después el cuerpo sin cambiar el orden y esto sucede porque siempre lo has hecho así, el cerebro lo ha detectado y ha decidido ayudarte con esta decisión que considera irrelevante como para que tú le dediques tiempo. Lo mismo pasa al cepillarnos los dientes, colocar la pasta dental en el cepillo y comenzar por el lado derecho superior siempre (en mi caso), izquierdo y después abajo, para repetirlo después una y otra vez. Como estos tenemos miles de ejemplos de hábitos personales y estoy seguro de que ya estás pensando en ellos en este momento.

A lo largo de tu vida has ido adquiriendo más hábitos y esto se debe a algo llamado “El bucle del hábito”. Advertencia, suena como si el cerebro fuera tu aliado, pero no siempre lo es (risa malévola de fondo). Ahorrar esfuerzo mental es engañoso, porque si nuestro cerebro descansa en el momento inadecuado, puede que pasemos por alto algo importante, como un coche que viene demasiado rápido o un peatón imprevisto.

Tomemos un ejemplo del libro para entenderlo mejor; a principios de 1990 investigadores del MIT realizaron un experimento compuesto por un chocolate, un laberinto y una rata. A la rata se le implantó algo similar a un “joystick” y docenas de cablecitos insertados en su cerebro. Después se le colocó detrás de una compuerta en el laberinto con forma de T y al final como recompensa se hallaba un chocolate.

Se escuchaba el “clic” de la compuerta abriendo y las ratas comenzaban su trayecto. Las primeras veces les tomaba mucho tiempo hallar el premio, divagaban por el pasillo hasta llegar al final de la T y doblaban en el sentido erróneo. Después de varios intentos, ya cuando conocían la dinámica y sabían en dónde se encontraba la recompensa, su cerebro operaba de modo automático. Los estudios arrojaron la siguiente información del comportamiento cerebral durante la actividad:

Últimos ejercicios

Primeros ejercicios

 

 

 

 

 

 

Las primeras veces el cerebro trabajaba al máximo para dar con la recompensa olfateada, sin embargo, después de semanas de práctica la actividad se redujo porque la rata estaba familiarizada con la actividad y había dado permiso a su cerebro de trabajar automáticamente.

En cuanto escuchaba el clic, sabía que habría una recompensa y en automático se dirigía al premio.

El bucle del hábito

Todo esto en conjunto desarrolló lo que se conoce como “El bucle del hábito” y éste específicamente se encuentra en nuestros cerebros en los Ganglios Basales (estructuras neuronales situadas dentro de cada hemisferio cerebral).La señal es el detonante que informa al cerebro que puede ponerse en piloto automático y el hábito que ha de usar. La rutina, que puede ser física, mental o emocional es el segundo paso del bucle y por último tenemos la recompensa, que ayuda al cerebro a decidir si vale la pena recordar en el futuro este bucle en particular.

Un componente adicional que se encarga de alimentar el bucle del hábito es el deseo. El deseo es lo que hace que las señales y las recompensas funcionen. Y para poder identificar un deseo necesitamos primero lograr identificar los detonantes. Aquí es en donde entra el poder del hábito, los hábitos son tan poderosos porque crean deseos neurológicos.

Afortunadamente los hábitos se pueden modificar. Para cambiar un hábito es necesario conservar la señal y la recompensa, lo único que se debe hacer es insertar una nueva rutina. Por lo tanto si quieres cambiar un hábito tu primer tarea será identificar la señal, pongamos el ejemplo de un alcohólico quien en momentos de presión recurre al alcohol. La señal en este ejemplo serían los momentos de estrés, la rutina sería ingerir bebidas alcohólicas y la recompensa sería la liberación de estrés o presión. En esta situación en específico se debería reconocer que el objetivo principal del hábito es huir de la situación que está provocando el estrés o la presión por lo tanto se tendrá que modificar la rutina y reemplazarse por una nueva como bien podría ser realizar ejercicio. Varios estudios demuestran que al ejercitarnos liberamos endorfinas y reducimos niveles de estrés.

Tanto para empresas como para individuos existen los hábitos, lo único que cambia es el término que se emplea. Las personas tienen hábitos mientras que los grupos tienen rutinas.

Ahora que conocemos cómo funciona un hábito y sus componentes, además de agregar el deseo, muchas veces es necesario añadir a la “receta” convicción. Convencernos a nosotros mismos de que el cambio es necesario, recordar las razones por las que queremos modificar un hábito.

El último ingrediente que puede ayudarnos a modificar un hábito es la Fe y no en sentido religioso. La Fe es el ingrediente que hace que el bucle del hábito se convierta en una conducta duradera. La Fe parece ser esencial a la hora de reemplazar un hábito y que mejor que una comunidad para crear Fe ya que es más fácil generarla cuando se produce dentro de una comunidad.

El éxito detrás de varias empresas como 54D, 8W, 14K, Rbk60 y hasta el mismo alcohólicos anónimos, se centra en la comunidad como fortaleza para modificar un hábito. El cambio ocurre cuando estás con otras personas, se torna más claro cuando lo aprecias en los ojos de los demás. Es increíble el poder de un grupo para provocar cambios.

Para concluir me gustaría compartir un ejercicio propuesto por Duhigg. Semanalmente el autor nos recomienda proponernos las metas que queramos alcanzar a lo largo de la semana por medio de la siguiente frase: “Mis metas para esta semana son:”.

La importancia del ejercicio se centra en que la fuerza de voluntad no es solo una habilidad, hay que verlo como un músculo que al igual que los brazos y las piernas, se cansa cuando trabaja duro y por lo tanto le queda menos fuerza para hacer otras cosas. Cuando una persona refuerza sus “músculos” de fuerza de voluntad en un aspecto de su vida (ej:ejercicio), se afecta positivamente todo lo demás. Los buenos hábitos parecen extenderse en otros aspectos de su vida.

Por estas razones hay que diseñar deliberadamente los hábitos de fuerza de voluntad, hay que diseñar rutinas (pasos) para seguir adelante cuando los músculos de la fuerza de voluntad empiecen a flojear.

Para comenzar a transformar nuestras vidas, me parece muy importante que nos preguntemos porqué hacemos las cosas y si algo no nos gusta, estar conscientes de que los cambios son posibles cambiando nuestras rutinas. Un hábito se comienza a hacer cuando se practica algo por 21 días seguidos, así que los invito a reflexionar sus “clic’s, rutinas y recompensas” y a hacer las cosas de manera más consciente.

Duhigg, C. (2012) El poder de los hábitos. Barcelona: URANO.