Vamos a darte un espacio para que recuerdes tu frase favorita sobre el fracaso.
¿Ya la tienes?
¿Sientes que te inspira a tener éxito… o que te inspira a fallar sin temer a las consecuencias?
Podemos decir que pasamos de una generación de castigadores del fracaso a una generación que lo glorifica innecesariamente, casi sin darnos cuenta.
¿Y si tu proceso está mal?
Fallar, en sí mismo, no es una receta del éxito. Si tropiezas perpetuamente con la misma piedra, no alcanzas ningún objetivo.
La filosofía pop hizo un admirable y necesario trabajo en despegar la vergüenza del fracaso, hay que reconocerlo. Y si bien arengar a todo el mundo a intentarlo es positivo (aunque fácil), esos bestselling authors que te instan a lanzarte al vacío no te van a extender una mano si al final no se te abre el paracaídas.
Hoy, ser un “fracasador” frecuente tiene su glamour, y el emprendedor, abanderado del fracaso, es el nuevo rockstar de la economía. Nadie quiere escuchar historias de gente que fracasó poco. Por eso no se cuenta. Si no fallaste, si no has estado cerca de perderlo todo, tu éxito se debió a suerte o grandes ventajas. Los emprendedores llenan los podcasts hablando de sus fracasos, más que de sus éxitos. Si no tienes una historia de este tipo, mejor invéntate una. Pero recuerda que solo nos llegan las historias de aquellos que eventualmente lo lograron… de los demás jamás te enterarás.
También hay muchas frases dichas del estilo (esta, atribuida a Ellen DeGeneres):
“Son los fracasos los que te dan una perspectiva sobre el éxito”,
y sin embargo, si todos pudiéramos elegir un camino directo al éxito, sin fracasar una sola vez, lo haríamos sin dudarlo. El fracaso es duro. Es difícil. Es costoso en tiempo, recursos y emociones, y por lo tanto estamos dispuestos a fracasar una limitada cantidad de veces.
Deberíamos aprender a tener una relación normalizada con el fracaso. Sin miedo, pero con respeto. Que no nos lleve a la parálisis, pero que no nos convierta en obstinados que fracasan todo lo posible antes de detenerse a aprender algo. Deberíamos volver a romantizar la sabiduría: el verdadero puente entre fracaso y éxito.
Sabiduría de intentarlo otra vez, pero de un modo diferente. Sabiduría de aprender de los errores propios, pero también de los que cometieron otros, que son mucho más económicos. Sabiduría de aprender cuando las cosas van bien, no solo cuando van mal.
Sabiduría de escuchar antes de que sea tarde. Sabiduría de confiar en una visión que creemos acertada, si bien fallamos en su ejecución. Sabiduría de abandonar cuando es momento, y quizás lo más importante: sabiduría de entender qué es fracaso y qué es éxito en nuestra escala.
Giannis Antetokounmpo, uno de los cracks de la NBA, tuvo una respuesta viral al ser interrogado sobre el fracaso luego de quedar eliminado de un campeonato al que su equipo era gran candidato:
Giannis Antetokounmpo explains why Bucks' season was not a failure
El éxito, para él, no es el éxito que le demandan los demás. Pero lo cierto es que cada paso correcto o incorrecto que da, es en busca de su éxito, que se trata más de una búsqueda constante y honesta de mejora (que eventualmente puede llevarlo a un título), que el título en sí.
Fracasar, podemos decir, no es ni malo ni bueno. Es tan solo un hecho, y su juicio depende mucho de las circunstancias en que sucede. La vida nos encuentra con fracasos necesarios, y también con éxitos vacíos todo el tiempo. La realidad es que las historias de éxito han tenido distintas relaciones con el fracaso, y no todas han sido de largo plazo. Hay quienes lo lograron en la primera. Hay quienes lo lograron en la última, y hay miles de factores que inciden en la evaluación objetiva de un éxito o un fracaso.
Por eso aprendamos a tener una relación saludable con los resultados de nuestros proyectos - salgan bien o salgan mal.
En ambos casos, estarás desafiado a aprender, y aprender siempre es un éxito.