La idea de manipular máquinas y dispositivos solo con el pensamiento parece el superpoder de algún héroe, pero la tecnología que podría hacer esto posible para la mayoría de humanos parece estar cada vez más cerca. Así parece indicarlo el reciente implante de un microdispositivo en un ser humano, apropiadamente llamado Telephany, que Elon Musk anunció a comienzos de febrero de 2024.
El implante tiene el tamaño de una moneda y requiere de un robot para ser implantado, debido a la precisión submilimétrica que se necesita para conectar los 1.024 electrodos minúsculos al cerebro.
El pasado 20 de marzo, Neuralink compartió la identidad de la persona que se había sometido a la operación: Noland Arbaugh, un hombre de 29 años que sufrió un accidente buceando y quedó cuadripléjico. En la transmisión en vivo, Arbaugh contó que pudo jugar una versión virtual de ajedrez e, incluso, jugó una partida del videojuego Civilization 6 durante toda una noche.
Sin embargo, aunque Elon Musk tenga un talento innato para llamar la atención y todas estas posibilidades de interacción tecnológica suenen como el futuro, la tecnología de su empresa Neuralink está lejos de ser pionera o estar a la vanguardia en este campo.
El pasado del futuro.
Ya desde la década de los 60 y 70 se han hecho experimentos con estimulación eléctrica del cerebro para detonar o suprimir comportamientos agresivos en gatos. Hace dos décadas, se hicieron experimentos entrenando simios para mover un cursor por la pantalla de un computador solo con sus pensamientos.
“No es nada nuevo, pero la tecnología implantable se toma su tiempo para madurar y alcanzar una etapa donde las compañías tienen todas las piezas del rompecabezas y pueden comenzar a organizarlas”, afirma Anne Vanhoestenberghe, profesora de dispositivos médicos implantables activos en la King’s College de Londrés.
Específicamente, esta tecnología se conoce como interfaz cerebro-computador o BCI por sus siglas en inglés. Desde hace décadas, investigadores han desarrollado dispositivos que detectan las señales eléctricas de nuestras neuronas, desde cubiertas con electrodos hasta métodos invasivos, como el chip de Neuralink.
Incluso, hay varias empresas cuya tecnología y avances superan con creces al estado del Neuralink de Musk. Por ejemplo, la start-up Synchron, financiada por fundaciones de Bill Gates y Jeff Bezos, ya ha implantado dispositivos tipo stent a 10 pacientes.
De hecho, a finales de 2021, Philip O'Keefe, un hombre de 62 años con una enfermedad motora, se convirtió en la primera persona en trinar utilizando solamente un BCI. “hello, world”, decía el corto mensaje que fue publicado en la cuenta de Thomas Oxley, neurólogo y CEO de Synchron.
De acuerdo con Reuters, impresionado por este avance el mismo Musk se acercó entonces a Synchron para hablar de la posibilidad de una inversión en la empresa.
Otras empresas que también están trabajando con BCI han logrado avances similares. En agosto de 2023, la revista Nature publicó una investigación sobre los avances para recuperar algún grado de movilidad en pacientes con parálisis y encontró que eran muy significativos.
Altamente riesgoso y sin beneficios claros.
A pesar de no ser la vanguardia aún, la promesa de Neuralink supera por mucho la idea de mover un cursor en una pantalla o jugar videojuegos. En palabras del propio Musk, su ambición es que esta tecnología pueda “lograr la simbiosis con la inteligencia artificial para que esta no nos ‘deje atrás’”. Incluso, el magnate ha dicho que espera un dispositivo que también permita guardar y revivir recuerdos, al mejor estilo de Black Mirror.
Y si esto tiene tintes distópicos es porque esta tecnología tiene altísimos cuestionamientos éticos. El primero es que, para médicos y expertos, la manera en la que Neuralink quiere vincular un dispositivo con el cerebro es demasiado arriesgada para los pacientes, pues requiere cirugía cerebral.
Esto ha provocado varios escándalos por la manera apresurada y descuidada con la que Neuralink ha hecho sus experimentos en decenas de monos y cerdos que han sufrido destinos trágicos por las prácticas cuestionables de la empresa.
Además, periodistas como Sigal Samuel de Vox, argumentan que hacer que personas puedan trinar o mover una pantalla ya se ha logrado años antes y con métodos mucho menos invasivos. Por ejemplo, está el caso de Matthew Nagle, un hombre con parálisis en su médula espinal que logró hacer exactamente esto en 2006 tras un implante en el cerebro.
Justamente esto es lo que prueban otros proyectos como el de Precision Neuroscience, fundada por el extrabajador de Neuralink, Ben Rapoport, quien le enfatizó a Vox que cada vez que tienes electrodos penetrando el cerebro, estás haciendo algún daño al tejido cerebral”.
“No creo que eso deba hacerse para el tipo de funciones neuro prostéticas que necesitamos para restaurar el habla o funciones motoras a pacientes con infartos y heridas en la espina. Una de nuestras filosofías guías es que construir un sistema de interfaz cerebro-computador de alta fidelidad puede conseguirse sin dañar el cerebro”, afirma.
Falta mucho para su masificación.
Por todo esto, la aplicación masiva de este tipo de dispositivos parece aún demasiado lejana. Esto parece cierto incluso para las personas que podrían recuperar la movilidad de su cuerpo. “Estos avances se anuncian cada cierto tiempo y no parecen estar llegando mucho más lejos”, le dijo a la BBC Glyn Hayes, quien maneja las relaciones públicas de la Asociación de Lesiones de Médula.
Además, Glyn afirma que “si pudiera recuperar algo, no sería la habilidad de caminar. Sería poner más dinero en alguna manera de quitar el dolor neurálgico, por ejemplo, o formas de mejorar las funciones del riñón, el hígado y sexual”, apuntó.
En una línea similar opina la profesora Vanhoestenberghe, quien cree que los primeros usos masivos de la tecnología BCI podrían estar relacionados con combatir problemas como depresiones resistentes a tratamientos, demencia y algunos desórdenes del sueño. Aún cuando estos beneficios todavía no son concretos y su investigación es muy reciente.
“Por el momento, me cuesta ver una aplicación que beneficie a los consumidores que sea suficiente para asumir el riesgo de una cirugía invasiva”, sostiene.
Específicamente sobre Neuralink, el investigador honorario de la escuela de psicología de la Universidad de Cardiff, Dean Burnett, asegura que hay enormes barreras prácticas para que Neuralink se convierta en un producto de consumo masivo.
“El cerebro de cada persona es diferente. No puedes simplemente tener un chip que le sirva a todo el mundo y haga exactamente lo mismo. Tiene que ser un proceso muy meticuloso. Además, como la tecnología avanza, ¿tendrías que ponerte un chip nuevo cada cinco años? ¿Será como tener un viejo Nokia en tu cabeza, que fue divertido en su momento y ahora no sirve para mucho?”, se pregunta Burnett.
Finalmente y para añadir otra capa a las preocupaciones, está el fantasma de la manipulación psicológica a distancia e incluso el control y la posibilidad de que las compañías o los gobiernos puedan tener acceso a nuestros pensamientos, también conocido como brainjacking.
Incluso, las personas que se sometan a estos tratamientos podrían perder su sentido de identidad, como le sucedió a una mujer con epilepsia que llegó a sentir una conexión simbiótica radical con un implante de BCI. Luego, cuando la compañía responsable quebró, tuvieron que quitarle el dispositivo. Cuando ocurrió, la mujer lloró y dijo “me perdí a mí misma”.