La sabiduría popular siempre nos ha recomendado no dejar para mañana lo que podemos hacer hoy. Aún así, muchas veces es demasiado difícil vencer a esa pequeña voz en la cabeza que nos dice: "puede esperar a mañana". A esto se le llama procrastinación y, aunque suene contradictorio, es la acción de no hacer algo que debemos hacer: postergar o posponer.

Etimológicamente, la palabra proviene del verbo en latín procrastinare, que significa posponer algo hasta el día siguiente. Esta palabra, a su vez, tiene raíces en el griego acracia, que es hacer una cosa aunque consideremos mejor otra opción.

Pero, ¿por qué procrastinamos aunque sepamos que va en contra de nuestro beneficio? De acuerdo con la doctora Fuschia Sirois, la decisión procrastinar es “esencialmente irracional. No tiene sentido hacer algo que sabes que tendrá consecuencias negativas”. Para la doctora, esto ocurre por una inhabilidad para manejar emociones negativas alrededor de una tarea. 

Aún así, procrastinar podría ser parte de la naturaleza humana. Según el libro ‘The Procrastination Equation’, el 95% de las personas procrastina (o posterga) hacer cosas, al menos ocasionalmente. Esto se da por una tarea que nos genera aversión y es una “reacción emocional, puramente visceral a algo que no queremos hacer”, en palabras del autor del libro ‘Solving the Procrastination Puzzle’, Tum Pychyl.

Pychyl también es autor de una investigación en la que identifica siete detonantes de esta emoción que nos hacen considerar que una tarea se puede hacer después:

  • Aburrida.
  • Frustrante.
  • Difícil.
  • Ambigua.
  • Sin estructura.
  • Sin significado intrínseco .
  • Falta de significado personal.

Para Chris Bailey, autor interesado en la ciencia como herramienta para vivir una vida más plena, la procrastinación es el resultado de una lucha entre las partes racionales y emocionales de nuestro cerebro. “La parte racional de nuestro cerebro se rinde en el momento en que eliges Facebook sobre el trabajo o decides ver otro capítulo de tu serie cuando llegas a casa”. Por eso, cuando identifiques esta “batalla”, recomienda: 

Reversa los detonantes

Con base en los detonantes que identificó Pychyl, Bailey recomienda reconocer cuáles de estas emociones hacen que no quieras hacer esta tarea y trates de replantearla. Si debe escribir un reporte y te parece aburrido, dice, trata de volverlo un juego de cuánto puedes escribir en 20 minutos. “Si te parece que una tarea es ambigua y desestructurada, crea un flujo de trabajo que exponga los pasos exactos que debes seguir para hacerlo”.

Trabaja tus niveles de resistencia

Básicamente, Bailey recomienda hacer una escala de qué tanto tiempo haciendo una tarea nos parece demasiado. Si pensamos e que una hora es demasiado, reduce el tiempo que dedicarás hasta que encuentres un periodo que te sea cómodo. “Y luego hazlo”, sentencia.

Haz algo (lo que sea) 

“Es más fácil seguir con una tarea luego de que has superado la barrera de comenzarla en primer lugar”. Según Bailey, esto ocurre porque una cosa es lo que debemos hacer y otra lo que pensamos sobre eso: rara vez una tarea es tan aburrida, frustrante o difícil como creemos. Por eso, comenzar algo fuerza nuestro inconsciente a apreciar el trabajo.

Además, algunas investigaciones han demostrado que nos es más sencillo recordar proyectos incompletos que los que terminamos, por lo que comenzar una labor significa que seguirás pensando en ella, lo que hace más probable que la continúes más tarde.

Enlista el costo de procrastinar

La procrastinación no solo aplica para tareas más o menos inmediatas. Ahorrar o plantearse estudiar son proyectos a largo plazo que también se pueden procrastinar. En los casos de este tipo de metas, Bailey recomienda hacer un listado de todas las formas en las que seguir postergando esto puede afectar tu vida social, felicidad, salud, oportunidades y más. 

“También vale la pena hacer una lista de todas las cosas que no haces, personal y profesionalmente, grandes y pequeñas, y calcular el costo de postergarlo para cada una”, recomienda Bailey.

Desconéctate

Para nadie es un secreto que los dispositivos son distractores poderosos: revisar el correo, las redes sociales, chatear… Por eso, cuando notes que estás procrastinando con tu smartphone, desconéctate.

Por ejemplo, cuando debe escribir, Bailey incluso desconecta su Wi-Fi y deja el celular en otra habitación. También utiliza aplicaciones como Self Control y Freedom, que bloquean páginas y aplicaciones distractoras. Aunque parezca drástico, “deshabilitar las distracciones digitales antes de tiempo no deja más alternativa que trabajar en lo que importa”.

De rutinas y emociones

Para Alice Boyes, las razones por las que procrastinamos son tres: la falta de un sistema de buenos hábitos (poca disciplina), intolerancia a emociones como la ansiedad o el aburrimiento y maneras de pensar fallidas. 

Si tienes un sistema de hábitos deficiente, Webb sugiere programar el trabajo duro consistentemente

Esto no implica hacer lo mismo a la misma hora todos los días, sino pensar  ‘Luego de hacer esto, hago el trabajo duro’. 

Hacer las cosas así propicia la creación de hábitos, lo que permite automatizar comportamientos y hacer más fácil el trabajo que requiere de nuestra mayor concentración. De la misma forma que ocurre cuando aprendemos a manejar o a montar bicicleta, repetir una rutina eventualmente será natural para nosotros. Esto también se puede hacer con acciones más complejas como ir al gimnasio o aprender un nuevo idioma, explica Webb.

También puedes crear un sistema para comenzar nuevas tareas.

“Va a ser menos probable que postergues tareas nuevas para ti, si tienes un sistema para acercarte a estas”, explica Webb. “Los pasos que tomes cuando encuentres algo nuevo se volverá su propio hábito, lo que reduce la fatiga de decidir cómo comenzar”.

Webb recomienda hacer ingeniería inversa para desarrollar un sistema propio. Piensa en una tarea retadora que hayas completado e identifica los pasos que hiciste para terminarla. Esta aproximación funciona más que copiar sistemas ajenos, pues se ajusta a tu manera de hacer las cosas y fortalezas. 

Como ya dijimos, las emociones pueden ser motivo suficiente para que evitemos hacer cosas que nos aburran o nos producen ansiedad. Para evitar que estos sentimientos nos impidan hacer cosas, Webb recomienda: 

Desenreda tus emociones

A esto se le conoce en psicología como granularidad emocional, y consiste en manejar menos tus emociones al identificarlas con precisión. Una manera de hacer esto puede ser evaluar numéricamente qué tanto te afectan las emociones que sientes frente a una tarea. Al hacer esto, puedes responder a ella individualmente. 

Si hay aburrimiento, puedes recompensarte de alguna manera por completarla. Cuando resientes o te da rabia una labor, revisa qué te puede gustar de esta: tal vez sea que detestas lo que debes hacer porque tu supervisor la revisará, aunque te guste hacer este oficio; o tal vez te frustra que un compañero te pida ayuda para un trabajo, aunque te gusta ser colaborador.

Si sientes ansiedad por hacer algo, reconoce los elementos que te hacen menos incómodos y, desde allí, ve identificando todo hasta lo que más te atemorice. Esto permite ver que el problema no es gigante, sino que se puede comprender en partes más pequeñas y manejables.

Finalmente, algunos patrones mentales están tan arraigados en nosotros, que nos impiden ver atajos cognitivos que nos hacen procrastinar.

Para enfrentarte a estos patrones, Webb sugiere reenmarcar las situaciones. Así, por ejemplo, si una tarea nos parece muy difícil, imagina qué la haría imposible y luego piensa en lo opuesto. Otra técnica es pensar de qué manera aquello que no quieres hacer es similar a otras tareas que te parecen fáciles. 

Webb también recomienda trabajar en periodos cortos. Esto ayuda a quitarnos la idea de que tendremos que hacer una “maratón” de trabajo para completarla. Una estrategia es trabajar en lo que estés postergando durante 10 minutos y seguir más tarde o el día siguiente. También puedes decidir hacerla durante máximo 90 minutos y, cada día, aumentar el tiempo que le dedicas, como entrenando para una carrera de resistencia. 

***

Estos son solo algunos consejos y, si te interesan otros más, acá puedes consultar. Y con esto terminamos para no alargar de más el texto y evitar que procrastines más leyendo esto en lugar de hacer lo que sea que tienes que hacer.