Ganadores y perdedores de la guerra comercial de Trump
Trump anunció sus políticas comerciales con la sutileza de una motosierra. Todo el mundo comenzó a hablar nuevamente de aranceles, porcentajes y negociaciones, pues la estrategia se basó en anunciar imponer aranceles universales a distintos países. Es decir, aumentar su costo de importación a Estados Unidos en porcentajes que van desde el 10%, hasta un 25% o más. Con el paso de los días, sin embargo, parece que Trump ha cambiado la motosierra por un escalpelo.
Tras los primeros anuncios, Colombia, Canadá, México, Alemania y más países han negociado con el nuevo gobierno una salida o un aplazamiento de las intenciones arancelarias. Por supuesto, China respondió anunciando también un aumento en los aranceles a productos estadounidenses (y una investigación contra Google). Y así, el mundo entró en una nueva guerra comercial entre las dos principales potencias económicas.
Aunque parezca lejano, durante su primer mandato Trump ya había aumentado aranceles en miles de productos, que sumaron alrededor de 380 mil millones de dólares entre 2018 y 2019, “que representa uno de los aumentos arancelarios más grandes en décadas” de acuerdo con The Tax Foundation.
Si bien hay muchos aranceles a países en pausa hasta marzo, también se han anunciado aranceles a varios productos de EE.UU., como el acero, el aluminio y varios productos tecnológicos como chips y procesadores.
Las razones
La principal razón por la que Trump ha revivido su guerra comercial tiene que ver con su visión política nacionalista de “Make America Great Again”. En gran medida por las facilidades que permite la globalización, la producción doméstica de decenas de industrias en Estados Unidos (y en muchos otros países del mundo) se ha perdido durante las últimas décadas. Por eso, EE.UU importa más productos de los que exporta con sus principales socios comerciales.
La principal apuesta de estos aranceles es eliminar los beneficios económicos que tienen las empresas que trasladaron sus fábricas a otros países; invitarlos a que regresen a EE.UU., potencialmente generando más empleos y, al tiempo, reducir los riesgos y costos de cadenas de suministros mundiales.
Tras los primeros y escandalosos anuncios, Trump ha matizado su plan y ahora busca reciprocidad en los aranceles que impondrá. Es decir que si, por ejemplo, Francia tiene un arancel del 10% sobre productos de EE.UU., el país norteamericano impondrá la misma tasa arancelaria a los productos franceses.
Este acercamiento también podría promover la diversificación de relaciones comerciales, peus las empresas y los gobiernos tendrán que ver cómo mitigar los costos que acarrean los aranceles. “En últimas, esto podría podría llevar a un sistema mundial de comercio más disperso y, potencialmente, más estable,” como sostiene el especialista en comercio mundial Garth Friesen en un pronóstico optimista para Forbes.
Para sorpresa de nadie, el gobierno Trump se ha declarado victorioso de sus negociaciones comerciales, algo que es parte del estilo de gobierno del magnate. Si bien Estados Unidos podría ser el principal ganador de esta reestructuración de alianzas comerciales, es un resultado que tomará años ver. Sin embargo, de acuerdo con un análisis de Bloomberg, el país trata de cerrar una brecha comercial con China con una fórmula que ya le ha funcionado los últimos años.
El Reino Unido también podría beneficiarse. Aunque aún no hay una decisión final, esta región no está en la mira de los aranceles de Estados Unidos. Si bien este sería el escenario ideal para potenciar las oportunidades de negocio de industrias como la farmacéutica, incluso con algunos aranceles, el país podría salir ganando, de acuerdo con Neri Karra Sillaman de la Escuela de Negocios de la Universidad de Oxford.
“La naturaleza de la economía enfocada al servicio del Reino Unido la blinda significativamente de las consecuencias de los aranceles. Este no es el caso de la región, que exporta principalmente banca y servicios de consultoría a EE.UU”, agrega.
Irónicamente, China ha dicho que tampoco perdería mucho, pues sus exportaciones a EE.UU. solo suman un 3% de su PIB y menos del 15% de sus exportaciones. “China lleva tiempo preparándose para menor dependencia de EE.UU., diversificándose de todas las maneras, no solo en términos de socios comerciales e inversiones, sino también en monedas y sistemas de pago”, explicó en CNN Keyu Jin, profesora de economía de la London School of Economics.
Perdedores
Bajo esta nueva política, India es uno de los países que más podría verse afectado. Mientras que este país asiático le exige un arancel de 9.5% a los bienes importados de EE.UU, este solo tiene un arancel del 3% a productos importados desde India, de acuerdo con Forbes. Los principales sectores que se verían afectados si EE.UU. nivela los aranceles sería el de los textiles, farmacéutico, joyería, hierro y acero, entro otros, que podrían afectar un superávit comercial que este país tiene con EE.UU.
La Unión Europea se enfrenta a una encrucijada similar. En promedio, la organización multilateral tiene aranceles de 5% a productos estadounidenses, frente al 3.4% de los aranceles de EE.UU sobre la UE, de acuerdo con la Organización Mundial de Comercio. Sin embargo, los aranceles varían en distintas categorías, como la de vehículos, en la que la UE exige un 10% de arancel, frente al 2.5% que exige EE.UU.
Canadá y México son los principales socios comerciales de EE.UU., por lo que aumentar aranceles para ambos países será un duro golpe. Además, el riesgo de estos países es doble, pues sumado a los impuestos a productos provenientes de estos países, el gobierno Trump impondrá aranceles al acero y al aluminio, cuyos dos mayores vendedores son México y Canadá.
En este mismo sentido, Alemania, Corea del Sur y Vietnam también sentirán los impactos del aumento a estos dos productos. Además, Vietnam se ha convertido en un hub de exportación para muchos mercados asiáticos, incluído el chino, por lo que se arriesga a perder industrias si China decide trasladar sus fábricas a países con menos aranceles. .
Por otro lado, Trump se ha manifestado en contra de otras políticas comerciales que no son aranceles, como impuestos al valor agregado, por lo que algunos dispositivos médicos, vehículos y productos farmacéuticos podrían enfrentar alzas en sus costos. Por eso, irónicamente, EE.UU también podría ser un perdedor en su propia guerra.
De hecho así ya pasó en el primer round de esta guerra. The Tax Foundation calcula que, en el largo plazo, el aumento de aranceles entre 2018 y 2019 redujo el PIB del país en 0.2%, su capital accionario en 0.1% e hizo perder el equivalente a 142 mil empleos. “Los aranceles lastimarán a ambos países, pero ya hemos visto un redireccionamiento gradual de comercio a otros países”, dice la economista Keyu Jin.
Además, la agresividad de esta estrategia de negociación puede ser un arma de doble filo. “¿Amenazarías con quemar la casa de tu vecino para pedirles un poco de azúcar?”, se pregunta el profesor de ciencia política de la Universidad McGill de Montreal, Daniel Beland. Y no solo podría enemistarse con sus vecinos, sino que esta apuesta puede afectar el bolsillo de los ciudadanos estadounidenses aumentando el costo de miles de productos.