¿Alguna vez sentiste que no te merecías tu éxito?

La sensación de percibirse inferior, indigno de reconocimientos y de recompensas, y un fraude en el escenario laboral adquirió el nombre de Síndrome del Impostor. Incluso, personajes como Michelle Obama y David Bowie lo han padecido.

Es sin duda una construcción válida, pero la sensación de que algo no cuadra con nuestra situación y que no somos merecedores/as de nuestra posición, no siempre puede ser explicada por esto. Por eso es importante preguntarnos:


¿Es el síndrome del impostor el verdadero impostor?

El síndrome del impostor NO es un mecanismo saludable para mantenerte humilde

Para muchas personas, el síndrome del impostor funciona como un mecanismo de convencimiento para no caer en la soberbia, para no pecar de arrogante frente a los demás y crear una imagen de líder negativo.

Pero si pensamos la arrogancia como una falta de consideración por los demás, mantenernos falsamente humildes en la máscara del impostor nos ubica en la esquina opuesta: nos estaríamos olvidando de nosotros mismos.

No se trata de eliminar el reconocimiento propio por miedo a parecer arrogante, sino de utilizar ese reconocimiento como una herramienta.

Si eres consciente de que te sientes un farsante y dejas vivir esa sensación con el único objetivo de mantener tu ego marcado, entonces no es verdadero síndrome del impostor lo que estás sufriendo.

CS Lewis, o mejor conocido como el autor de Las Crónicas de Narnia, lo dijo: “la verdadera humildad no es pensar que eres menos, es pensar menos en ti mismo”.

La cultura corporativa y el caso de las mujeres:

“Es algo así como '¿realmente te estás escuchando?' No desaparece ese sentimiento de 'no sé si el mundo debería tomarme en serio; solo soy Michelle Robinson, esa niña del lado sur que fue a la escuela pública”.

Parece irreal mencionar que estas palabras fueran dichas por quien ocupó el rol de primera dama de Estados Unidos. Que la propia Michelle Obama haya experimentado lo que más del 70% de la población experimenta respecto a la relación consigo misma: el fraude como un fantasma que revolotea entre logros y éxitos.

Es una verdad: todos en mayor o menor medida podemos identificarnos o percibir como cercana esa sensación de que “en cualquier momento voy a ser descubierto y van a saber que soy un farsante”.

No sería una gran revelación decir que el síndrome del impostor predomina en los grupos minoritarios. Si miramos encuestas o estudios que lo analizan, nos encontramos con que factores como el género, la raza o la edad son fuertes disparadores para promediar la falta de reconocimiento propio.

De hecho, durante los primeros años de investigación de este síndrome, fueron mujeres profesionales las protagonistas del estudio.

La directora de operaciones de Facebook, Sheryl Sandberg, escribe en su libro Lean In: Women, Work, and the Will to Lead,  que “la mayoría de los hombres se postulan para puestos cuando cumplen solo el 60 % de los requisitos, mientras que las mujeres solo postulan si cumplen el 100 % de ellos”.

Sin embargo, la presunta falta de confianza en las mujeres no está dada por una mera disposición, sino que se produce en un sistema de creencias ya establecido.

Según la organización norteamericana Lean In, es menos probable que las mujeres sean contratadas y ascendidas a gerente: los hombres ocupan el 62 % de los puestos de nivel directivo, frente a un 38 % de mujeres.

¿Por qué sucede esto?

Creer que el síndrome del impostor en la mayoría de mujeres es un problema a “superar” no reconoce los sesgos en los modelos de liderazgo tradicionales, que son dominados por la presencia masculina. La brecha es una constante en el mundo laboral y esto implica, entre otras problemáticas, falta de oportunidades de crecimiento para mujeres profesionales en todos los ámbitos, lo que genera que muchas profesionales que llegan a puestos importantes se perciban como faltas de mérito o que llegaron para cumplir una “cuota”, pero que no son artífices de su éxito.

En lugar de creer que la única solución posible es la responsabilidad de las mujeres para ganar confianza y seguridad en sí mismas, hay que plantearse de base por qué se sienten en ese lugar. Se trata de apostar a un cambio de paradigma, a iniciativas que estén articuladas desde los objetivos de la empresa y a promover políticas que alienten a la igualdad.

El síndrome del impostor no es una condición mental

Hay que dejar en claro que este síndrome no se refiere a una condición mental, como puede ser la depresión o la ansiedad -que necesitan tratamiento y acompañamiento profesional-, pero puede ser un síntoma en casos muy específicos. Es un fenómeno con el potencial de reforzarse en nuestros miedos o en la imposibilidad de ver el reconocimiento que merecemos.

La baja autoestima, la falta de seguridad personal o la pérdida de confianza en uno mismo pueden ser algunos de los motivos por los cuales, a veces, nos sentimos como fraudes.

Grandes figuras de la cultura, el entretenimiento y los negocios han reconocido que la falta de confianza en ellos mismos los llevó a percibirse como impostores. David Bowie, por ejemplo, dijo que tenía enormes problemas de autoestima, que escondía detrás de la escritura y la interpretación obsesivas.

La reconocida escritora Maya Angelou, por su parte, admitió tener la sensación de que sus lectores en algún momento iban a identificar que era un fraude. Y hasta los empresarios Sheryl Sandberg, y Howard Schultz, CEO de Starbucks, también han dado testimonio de su propia experiencia con el síndrome del impostor.

Una buena noticia: lo puedes usar a tu favor

Si llegaste hasta aquí y aún consideras que formas parte del club de los impostores, no todo está perdido, puedes usarlo a tu beneficio.

Cuando Michael Cannon-Brokes comenzó a recibir reconocimientos por su proyecto de Atlassian se sintió como un impostor, pero utilizó ese sentimiento de insuficiencia para absorber todo el conocimiento posible y volverse un aprendedor constante.

“Las personas más exitosas que conozco no se cuestionan a sí mismas, pero sí cuestionan su conocimiento. Ven que el pedir un consejo es una forma de probar sus ideas, que las mejora y las ayuda a aprender”.

El truco consiste en aprovecharse del impostor y usar esos pensamientos insuficientes para transformarlo en algo positivo. Y la base para que el truco funcione y la magia se produzca es pararnos en los pies de un aprendedor.

Se trata de cambiar el mindset. De poner el foco de atención en lo que estás aprendiendo, en lugar de cómo estás actuando. El éxito es difícil, y más difícil aún es llegar a él sin creer que lo mereces. Las probabilidades de que merezcas tus logros son muy altas, pero eso no significa que debas dejar de aprender como si el éxito nunca hubiese llegado.